sábado, junio 27, 2009

AMAR Y SER AMADOS - En el día del orgullo gay

Carlos Alza Barco

Hay temas de los que nadie habla o escribe, a no ser que sea por moda, por ser lo políticamente correcto, o porque resulta oportuno mencionarlo una vez al año para reafirmar ante los demás la vocación por los derechos humanos y la democracia –que, por cierto, muchas veces es también lo políticamente correcto -. La diversidad sexual es uno de esos temas.

La crisis de masculinidad ha puesto el tema de nuevo en la palestra, aunque el sujeto siga siendo, para todos los efectos, un mero objeto de estudio. No dudo, sin embargo, que la generación de conocimiento ayudará a la comprensión de fenómenos que muchos viven pero pocos aceptan. También el desarrollo del derecho a la identidad ha planteado interrogantes sobre las identidades trans, que hoy por hoy han merecido inclusive sentencias de las Cortes Constitucionales y Supranacionales. Los estudios queer se extienden cada vez más, al punto que en universidades como Harvard, Oxford, Cambridge o Yale, existen revistas especializadas y arbitradas sobre diversidad sexual. Y en el Perú, el MHOL y otras pocas organizaciones publican reportes sobre las violaciones a la población LGBT y hay algunas webs poco difundidas sobre lo que ocurre en la escena gay.

La sociedad peruana, sin embargo, aún se mueve entre mitos y prejuicios. “Los gays quieren ser mujeres”, “Todas las lesbianas son machonas”, “Un gay siempre abusará de mi o me acosará, así que cuidado!”, “Los maricas están enfermos”, “Los gays trajeron el SIDA”. Estas afirmaciones, que son sólo algunas de las muchas “zonas erróneas” de nuestra sociedad, son resultado de la poca información que existe sobre el tema y de un heterocentrismo autoritario con el que se ha construido la realidad. Pensamos que el amor y el sexo son exclusivos para hombres y mujeres. Todo lo demás está negado.

He visto jóvenes sufrir por el rechazo de sus padres, mujeres que crecen amando a escondidas, hombres solitarios entregados a relaciones furtivas o a la sordidez de saunas y baños públicos. He conocido hombres casados reinventándose a los 50 y hasta los 60, adolescentes conflictuados por la censura, hijos castigando a sus padres por encontrar finalmente el camino de sus vidas, y padres castigando a sus hijos por “desviar” ese camino que recién empiezan. Hay profesoras y profesores despedidos, reglamentos policiales y códigos militares discriminatorios, bromas y chistes homofóbicos todos los días, ridiculización de los gays en los programas de TV. Y… transexuales y trasvestis buscando trabajo sin ser aceptadas en ningún lado. ¿Contratarías una? Probablemente no, pero luego las juzgamos por condenarlas como sociedad a la prostitución o, en el mejor de los casos, a las peluquerías. Esa es nuestra condena, socialmente aceptada y muchas veces justificada, a quien decidió de manera revolucionaria vivir como se es, como se quiere. Pero también he visto hombres y mujeres diversas sexualmente, aportándole al país lo mejor de sus vidas, jóvenes y adultos, aceptados y amados por los otros, y todo eso me permite reafirmar la esperanza. Parece difícil entender que sólo la libertad que entrega amor a los seres humanos con los que compartimos este magnífico mundo llamado Tierra, nos hará felices. Parece muy difícil entenderlo.

Esta no es una nota para los activistas. Basta de hablar entre conversos. Hay que recordarles a todos que en cada persona con orientación sexual distinta encontramos un ser humano, con derechos y deberes, con valores, amor, sueños, búsquedas y esperanzas. El rechazo y la discriminación que la sociedad expresa en cada una de sus decisiones, las privadas y las públicas, sólo generan dolor y desesperanza, angustia y sufrimiento, soledad y muchas veces muerte. Esta es una voz de reconocimiento, orgullo y protesta, y de reivindicación y compromiso y convocatoria, para lograr que esta sociedad se convierta en una en la que las personas seamos libres sin importar la orientación sexual que tengamos, que sea no sólo real, sino estupenda para amar y ser amados.

lunes, junio 08, 2009

ALAN, TE EQUIVOCAS!!!

A propósito del conflicto en Bagua

Carlos Alza Barco
Profesor de la Escuela de Gobierno
PUCP

“¿Y ahora qué hago?” –le preguntó Napoléon, el Cerdo, al Cuervo que hacía las veces de su asesor. “La palabra clave –le dijo el Cuervo- si la granja se alborota, si hay crisis, usa la palabra clave: ¡Complot!”

Cualquier parecido con la realidad NO es pura coincidencia. Orwell retrató bien la naturaleza humana y la precariedad de la política. Y el Presidente García, al puro estilo del personaje Orwelliano, nos habla de un “complot internacional contra el Perú”, para justificar su impericia y la de sus ministros, en el manejo del conflicto social generado con los indígenas, y que ha dejado como saldo la lamentable muerte de numerosos policías y civiles. Y es que el Presidente cree que con un argumento como ese vamos a dejar pasar la irresponsable acción del gobierno y las políticas públicas en materia ambiental e indígena, que retroceden en lugar de avanzar en la vigencia de derechos. Una estrategia –como la utilizada por el cerdo Napoleón- es efectista para una granja, pero no deberá serlo para nuestro país. Efectista para ocultar los temas de fondo, hablando de terrorismo, sedición, y complots.

El problema, a diferencia de lo que dicen García, Yehude y Cabanillas, no es Pizango, AIDESEP, o los indígenas. El problema central radica en otros dos aspectos que muy pocos discuten, o nadie quiere discutir: la profunda exclusión que impera en nuestro país respecto del mundo indígena; y, la forma en que se hacen las políticas públicas en este gobierno, el modelo de desarrollo que está detrás de cada decisión pública, la forma y los criterios sobre los que se hacen y aprueban las leyes para darle forma al “desarrollo” de “nuestro país”. La pregunta es ¿de qué desarrollo hablamos? ¿El desarrollo de quién? ¿El país de quién?

Alan García y sus ministros insisten en decirnos que hay un “enemigo común al desarrollo”, que existen “algunos salvajes que quieren impedir el desarrollo del Perú”. Es más, afirman que “esos (los indígenas) se oponen a nuestra modernidad”. Sin duda, Alan García pasó por Francia, pero la Academia Francesa no pasó por él. Confunde modernidad con modernización. El desarrollo del que habla García responde a un modelo basado más en el crecimiento económico y la modernización del Estado, expresada en reformas y privatizaciones, que a un desarrollo en el que los peruanos sean ciudadanos, y ejerzan sus derechos y libertades. Dichos modelos no son excluyentes, pero el primero suele ser más elemental que el segundo. Si bien el segundo suele ser ineficaz sin el primero.

La modernidad, señor García, tiene que ver con la reubicación del hombre como centro de la discusión teórica y de la decisión científica y gubernamental. Tiene que ver con la construcción de políticas entre iguales respondiendo a las diferencias que nos hacen seres únicos. La modernidad tiene que ver con el cumplimiento de la ley, el respeto del Estado de Derecho. Y usted, señor García, aprueba normas sin cumplir con las normas vigentes, afectando derechos, sin cumplir con el Convenio 169 de la OIT. No diga entonces que los indígenas son el problema. Ellos no iniciaron este peligroso juego. El problema no son los indígenas, que con toda legitimidad reclaman que se respeten sus derechos; el problema es su gobierno que realiza acciones inconsultas, que desaparece el INDEPA como órgano del más alto nivel para la representación y el diálogo, que en lugar de apoyar la titulación de las tierras indígenas, pretende darlas en propiedad porque no están registradas, que aprueba normas que reducen el quórum para tomar decisiones en las comunidades. Ese es el problema.

Y en toda esta serie de errores repetidos. Los demás, pecamos por contemplación. Esperamos que el Perú desarrolle a costa de unos pocos (son miles, ni tan pocos!!) que están con “taparrabos” como dijo la Ministra Cabanillas, y que según el resto del país, tienen que sacrificarse para el “desarrollo del Perú”. ¡Qué descaro! Si se afecta la propiedad de los Parker, Shuldtz o de los Marsano, el Perú se levanta entero para defender la propiedad y las libertades. Cuando se trata de los pueblos indígenas, se trata de una propiedad que debe ser sacrificada para que “todos nosotros” nos beneficiemos del desarrollo. ¡Es inmoral Y sólo da cuenta de la profunda brecha que existe entre peruanos. Lamentablemente, para muchos siguen siendo “los pueblos indígenas”, los “otros”, los “salvajes”. Seguramente han cometido errores, y la justicia deberá cumplir su papel. Pero más allá de la coyuntura, ¿qué estamos haciendo por “nuestros” pueblos indígenas? ¿Nos solidarizamos con sus demandas? Así no se construye modernidad, aunque haya modernización. Así no se logra desarrollo, sino mero crecimiento. Es hora de pensar el desarrollo en serio.